El olivar es un cultivo tradicionalmente de secano, pero en las últimas dos décadas se está poniendo masivamente en regadío. En 2020, la superficie de olivar en regadío era ya de 852.229 has y subiendo. Nos está llevando hacia un colapso hídrico, que no tardará en llegar.
Y lo peor es que se veía venir desde hace años y te lo decía mucha gente que veía cómo se hacían pozos cada vez más profundos. Un ejemplo práctico: pasear una tarde por la campiña de Écija o Córdoba (se oyen bombas de extracción por todas partes ). Acongoja.
Según ha manifestado la directora ejecutiva de Greenpeace, Eva Saldaña, “o las Confederaciones Hidrográficas y los gobiernos, del color que sean, empiezan a tomarse este problema en serio o, de seguir con las mismas políticas de despilfarro, agresión y contaminación del agua, este país puede encontrarse en los próximos años con serios apuros para abordar el abastecimiento.
Las previsiones del Cambio Climático para la península auguran un descenso significativo de las precipitaciones y de disponibilidad de agua en superficie y será entonces cuando haya que aprovechar, aún más, las aguas subterráneas”.
Escribe Leandro del Moral, catedrático de Geografía Humana de la US:
«Es alarmante que las competencias del agua continúen en la Consejería de Agricultura cuando se ha creado una Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, porque supone lanzar el mensaje de que la prioridad para el agua es la agricultura».
Conviene recordar, al respecto, que no más del 10% del total de agua consumida lo es para necesidades humanas. Que en un hábitat como Andalucía se esté apostando desde hace años (ya durante el largo gobierno del PSOE) por la agricultura y la ganadería superintensivas es un despropósito que se acentúa con el cambio climático que estamos sufriendo ya en el presente, al multiplicar la demanda y, por tanto, el «déficit» hídrico.
Agua desalada, una alternativa más cara y menos sostenible que el ahorro.
Además del consumo energético que conlleva, también está el vertido de salmuera, que daña gravemente los ecosistemas submarinos.
Es necesario reducir el consumo en el regadío.
Los grandes fondos cambian el ladrillo por el campo y se lanzan a comprar fincas rústicas como inversión.
La gran rentabilidad del regadío, cada vez más en manos de grandes empresas, a costa de la sobreexplotación del agua. El regadío se lleva del 85 al 93% del agua embalsada.
Deja una respuesta